La contabilidad nace como instrumento de registro de información debido a la simple limitación física de la memoria para retener un elevado número de datos.
Los primeros documentos hallados aparecen dentro del marco de las civilizaciones mesopotámicas y responden tanto a las necesidades de registro como de fehaciencia o respaldo legal de los datos inscritos.
En un primer momento los instrumentos contables ofrecían una visión estática de la propiedad de un determinado individuo o institución, limitándose a anotar meros listados de bienes y cantidades. El doble objetivo era claro: por un lado, a través de este método se podía evaluar la riqueza de una persona; por el otro, facilitaba la gestión de sus posesiones. Tenía, pues, un carácter interno.
Con la evolución del comercio, la forma de registro avanzó en dos grandes áreas: se comenzaron a anotar también las transacciones económicas que se producían, dando lugar al proceso contable; y se exteriorizó la información asociada a la moneda, al desarrollo del contrato y la fe pública.
Indudablemente el desarrollo de la contabilidad está ligado a la expansión del comercio y sus necesidades de registro. Por ello, los mayores progresos que han surgido en esta área se han originado en las naciones que eran grandes potencias comerciales.
En Roma, el codex accepti et expensii, o libro de ingresos y gastos usado por comerciantes y banqueros, donde anotaban los créditos contra el deudor, refleja claramente esta evolución.
Tras la caída del imperio romano, en el seno de las prósperas repúblicas comerciales italianas se produce un innovador avance en el modo y forma de registro de las transacciones contables: el método de la partida doble. A finales del siglo XV, Fray Luca Pacioli fue el primero en dar a conocer universalmente esta técnica contable con la publicación del libro “La Summa de Arithmetica, Geometria, Proportioni et Proportionalita”.
Posteriormente, debido al traslado del centro de gravedad del comercio occidental al noroeste de Europa, surgieron importantes escuelas en Países Bajos y Francia durante los siglos XVI y XVII.
A lo largo del siglo XVIII, autores británicos y estadounidenses también sobresalieron en la mecánica contable y sus diferentes áreas de estudio.
A comienzos del siglo XIX con el desarrollo de la ciencia económica, la contabilidad sufre una nueva evolución, esta vez como herramienta que ha de dar soporte a las nuevas teorías y análisis económicos. Avanzando en el siglo y en paralelo a la revolución industrial, se hace patente la necesidad de nuevos instrumentos que permitan un completo conocimiento de los hechos que se producen dentro de la empresa. Es cuando se profundiza en la contabilidad interna y surge la contabilidad de costes.
Durante el siglo XX, la práctica contable quedó definitivamente regulada por el Estado en cada país en un intento de dotar de credibilidad externa y fiscal a los registros contables que se mantenían dentro de cada empresa. También se desarrolló de forma notable la contabilidad nacional.
La irrupción a finales del siglo XX de las aplicaciones informáticas de gestión en el mundo de la empresa, en concreto el dinámico desarrollo de los E.R.P. , optimizaron el registro contable permitiendo la gestión de operaciones a unos niveles desconocidos hasta entonces.
En la actualidad, con la moderna teoría contable asentada, existen intensos movimientos convergentes hacia una contabilidad universal, fundamentalmente en el área financiera o externa, cuyo origen radica indudablemente en la globalización del mundo empresarial.
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